Hace más de un mes que catamos nuestros colmenares y, seguramente, muchos de los apicultores que acaban de iniciarse en el arte de la apicultura se preguntarán, ¿y ahora qué? ¿Qué tengo que hacer en el colmenar para que mis abejas sobrevivan al duro invierno de la meseta castellana?

Pues bien, la colmena está tan vinculada a las estaciones del año como un animal o una planta con vida propia. Una primavera adelantada, los veranos secos, como el que acabamos de dejar atrás, o un invierno demasiado prolongado pueden afectar a la supervivencia de nuestras abejas.

Un buen apicultor deberá, por lo tanto, observar el calendario, escuchar las previsiones meteorológicas de temperatura y lluvia, esperar la llegada del buen tiempo o, como en nuestra entrada de hoy, preparar sus colmenas para la invernada.

¿Qué ocurre en la colmena cuando llega el invierno?

Durante los meses de noviembre y diciembre, el comportamiento de las abejas cambia al «modo invierno». Es posible que durante las primeras semanas del otoño la colonia haya tenido cría; sin embargo, a finales de noviembre es cuando la abeja reina deja prácticamente de poner huevos. Digo «prácticamente», porque sí que pone, pero solo los imprescindibles para la supervivencia de la colonia. Debido al frío, las abejas pecoreadoras tampoco pueden volar fuera de la colmena, pues ya no quedan flores.

Cuando comienza a arreciar el frío, las abejas se agrupan en un racimo dentro de la colmena que ocupa varios panales. Esta bola de abejas va consumiendo la miel que les hemos dejado para pasar el invierno y, de esta manera, genera calor. Dejar miel suficiente para la invernada es una decisión acertada que tomará todo buen apicultor. Cuanto más frío hace, más se agrupan las abejas. Semana tras semana, el racimo va trasladándose por los panales para consumir toda la miel que encuentre.

Caen las primeras nevadas y la abeja melífera será, muy probablemente, el único insecto que conserve una temperatura cálida y constante durante toda la estación invernal. El racimo comenzará a generar calor de forma automática cuando detecte una temperatura inferior a 14 grados y mantendrá, en su interior, una temperatura cercana a los 34 grados.

El trabajo del apicultor

El año ha terminado para las abejas y el apicultor ya no tiene ningún motivo por el que abrir la colmena, así que se limitará a poner una piquera de invierno y minimizará las entradas a la colmena para evitar la entrada de corrientes de aire y los ataques de posibles depredadores como los ratones silvestres.

El invierno también es una época ideal para plantar árboles y hierbas aromáticas en las zonas cercanas al colmenar, que sin duda alguna, nos ayudarán a obtener una cosecha más dulce el otoño siguiente.

En su camino de vuelta al hogar, el colmenero podrá descansar y desear la supervivencia de su rebaño hasta que broten los primeros tallos de otra esperada primavera.

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